Síntesis del Sindicato Nacional de Redactores de la
Prensa (SNRP)
A las jóvenes locutoras de Milenio las obligan a vomitar
sapos, a repetir mentiras y exageraciones
Pedro Echeverría V.
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=200945&titular=%22milenio%22-y-los-medios-de-informaci%F3n-
1. Pienso que hasta los años 70 los escritores y periodistas
fueron autodidactas, es decir, se hicieron por gusto leyendo, observando y
cometiendo mil errores; a partir de los 80 comenzaron a salir del horno los
títulos para ejercer y escalar en el mundo académico y del trabajo. Ningún
periodista fue mejor o peor, unos más pensadores otros más pragmáticos;
solamente recibieron en su momento lo que la sociedad pudo darles. Hoy quizá el
95 por ciento tiene título para ejercer, pero tanto viejos y jóvenes –para
asegurar su empleo y sus ingresos- tiene que investigar, escribir o informar
bajo las órdenes de la empresa. No es un asunto de decir “la verdad” sino interpretarla
de acuerdo con la política empresarial. El que paga manda. 2. El telenoticiario de Milenio que descubrí
hace unos meses en Internet –después que fue cesada Carmen Aristegui en su
noticiario crítico y valiente por el gobierno de Peña Nieto- pensé que por
nuevo y muy juvenil, podría ser menos peor que los noticiarios de Televisa, Tv
Azteca o Tele Fórmula; sin embargo me bastó ver que quien lo dirigía es el
mismo Carlos Marín del grupo Televisa para no confiar. Pues bien, las
agradables locutoras: Magda, Tania, Azucena, Claudia, etcétera, siguiendo
informaciones de la más baja calidad, las obligan por la empresa a vomitar
informaciones contra los maestros de la CNTE, a entrevistas a personajes
nefastos como X González, a perseguir noticias no edificantes y a
desprestigiarse ante su público.
Aristegui, Jacobo, Vivó y Ferriz
Por Jorge Zepeda Patterson
http://www.sinembargo.mx/opinion/12-07-2015/36786
“Lo dijo Jacobo”, fue una muletilla utilizada durante
décadas para confirmar un dato o bendecir un rumor; AristeguiNoticias es el
nombre de un portal de información digital construido en torno a la reputación
de la conductora de radio (momentáneamente sin radio); Gutiérrez Vivó era capaz
de modificar los flujos de tráfico gracias a la credibilidad que merecían sus
reportes viales.
Los periodistas de renombre terminan siendo una especie de
notario público de los hechos sociales. Dan fe ante la opinión pública de que
las cosas sucedieron como ellos las describen, de la misma manera que uno
confía que la escritura de un propiedad contiene el nombre del dueño y un
domicilio fidedigno porque el documento porta un sello notarial.
La manera en que cada periodista o medio de comunicación se
gana el privilegio de “ser creído” por un público más menos vasto, varía en cada
caso. Pedro Ferriz lo consiguió mediante un estilo coloquial y campechano,
cargado de sentido común aparente, y una habilidad indudable para explotar la
exasperación del ciudadano derivada de la corrupción y la burocracia; pero eso
sí, asegurándose siempre de atacar al funcionario de segundo nivel, al político
caído en desgracia, nunca al soberano fuese estatal o nacional. Logró
convertirse en líder de audiencia en ciudades del interior del país por su tono
aparentemente crítico, aunque hiciera programas patrocinados por el gobernador
de la entidad.
El caso de Gutiérrez Vivó obedece a otros motivos. Se
convirtió en autoridad sobre la vida metropolitana gracias a su exhaustiva
cobertura de las calles del Distrito Federal. La flotilla de motos, autos e incluso
helicópteros desplegados en las primeras horas de cada mañana lo convirtieron
en el verdadero monitor de la vida urbana en las últimas dos décadas del siglo
pasado. A medida que adquirió fuerza propia sus puntos de vista se fueron
independizando de las versiones oficiales, hasta convertirse en un referente
incómodo para el poder.
Jacobo Zabludovsky es el Darth Vader de la información en
México; el Walter White en sentido inverso; el Dr. Jakyll y Mister Hyde de las
noticias en la historia contemporánea del país. De representante y vocero del
Imperio a detractor del emperador. En ambas facetas fue un profesional
puntilloso, muy trabajador, culto. Su estilo sobrio valió lo mismo para un
barrido que para un regado, pero en ambos papeles fue sumamente eficaz; como
Mae West, cuando fue buena fue muy buena, cuando fue mala fue peor. No voy a
juzgar a Zabludovsky luego de la profusa cantidad de obituarios vertidos en los
últimos días. Lo critiqué cuando fue esbirro de Televisa y celebré su micrófono
crítico cuando se independizó. Pero sí creo que le faltó a él mismo hacer un
deslinde con su pasado y ofrecer al público, a su público, una explicación. A
nadie puede negársele una segunda oportunidad, pero tampoco podemos vivir como
si el pasado no existiera.
El caso de Carmen Aristegui es distinto. Profesionalmente
ella nació libre e independiente, al principio haciendo mancuerna con Javier
Solórzano. No es el caso de Jacobo ni el de Gutiérrez Vivó que se hicieron
críticos a medida que conquistaron autonomía y fuerza propia. Carmen es la que
es desde el principio (obviamente con mayor experiencia y oficio al pasar los
años). Su capacidad para generar confianza y credibilidad le fueron abriendo
espacios y micrófonos cada vez más importantes hasta convertirse en la periodista
más influyente del país. En mi opinión su éxito tiene que ver con varias
razones, pero destaco tres: una obsesión auténtica por los entresijos de la
vida pública como pocas veces he visto (una periodista 24/7); una honestidad a
toda prueba para resistir las los elogios o presiones del poder; una empatía
genuina con las causas de los desprotegidos pero un respeto aún mayor por su
convicción de que los hechos deben hablar por sí mismos. Por eso es que Carmen
hace periodismo de dossier: notas larguísimas de veinte minutos para
profundizar en un caso, en lugar de optar, como hacen otros, por un editorial
sumario y condenatorio que zanja las cosas en dos minutos (en detrimento de la
información).
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